sábado, 29 de enero de 2011

Antroxu sangriento

Tras mucho tiempo sin escribir, no se por que, me acuerdo de las tremendas jornadas que disfrutamos en nuestros años mozos, disfrazando apariencias y desahogando necesidades varias. Todo se me aparece entre neblinas y vapores indefinidos que, supongo, son el resultado en mi memoria de la diversidad de acontecimientos extraordinarios que sucesivamente se desarrollaban sin que yo tuviera opción de cambiar el vertiginoso caudal de emociones que se nos presentaban sin más. Y por la cerveza.
Tras la barra hay un tío con bigote con una gran jarra de cerveza que menea peligrosamente. No se entiende lo que dice pero se ve que está contento. Mi lado de la barra esta lleno. Nos empujamos para que alguno de los borrachos del otro lado nos atienda. Por qué hay este follón. Este chiringo suele estar petao, pero no tanto. Ah coño, ye l'antroxu.
Mi paso de la infancia a la pubertad coincide con el tiempo en que el carnaval pasó a llamarse antroxu. El carnaval estaba muy bien. Te disfrazabas, jugabas a que eras uno de tus héroes, tu amigos jugaban disfrazados como tú, había cierta manga ancha... El antroxu, el antroxu era otra cosa.
En cualquier otro momento, eso de que se te colasen... eso de que fuesen de listos y les atendiesen antes... en fin, la típica disculpa para armarla, no funcionaba en el antroxu. Todo era buen rollo. Y rollo. Como llevo una careta me voy a pasar que no sabe quien soy.
Inés, madrileña jipi de vacaciones en Gijón, se encaramaba en su total lozanía sobre la barra del Trisquel, suplicando al gran Luisfer que le pusiera "Pongamos que hablo de Madrid". Luisfer, aparte de guapo y bueno, es un pinchadiscos de élite. Haciéndose rogar ( y babear), conseguía que las chicas se subieran a la barrita que a un palmo sobre el suelo te acercaba a la barra, y, proporcionaran una exposición de culos memorable. Probablemente la cerveza, o la edad, o el ADN, o el normal devenir de las cosas, hizo que me abalanzara sobre la barra gritando...BLACK SABATH TÍOOOOOO. Al mismo tiempo, y víctima de mi propia euforia, sin pensarlo, le agarré el culo sin miramiento alguno a la jipi Inés. Toda la palma de mi mano tocó culo. Y los dedos apretaron nalga sin compasión. Apretaron varias veces, notando que aquel era un culo de mil pares de cojones. Vaya culo. Rápidamente Inés se giró gracilmente y, asombrada me lanzó la mirada anterior a lo que yo suponía sería una ostia como un castillo. Lo que tenía toda la pinta de un crochet de derecha, acabó en abrazo al cuello. El previsible gancho de izquierda al higado mudó en agarrón de culo. Y lo siguiente fue un morreo apasionado. Esa noche ocurrió esto mismo varias veces. Y alguna vez con la misma. La noche avanzaba y los bares cambiaban. Al final, todos recalamos en el mismo. La Fábrica. La Fábrica era el último sitio. El final. En pleno follón, noté que no aguantaba más mis zapatos. Me dolían los pies. Decidí quitármelos y continuar haciendo el pijo con los zapatos en la mano. En una de mis múltiples acercamientos a la barra me di cuenta de que tal aglomeración hacía imposible mi siguiente consumición. Suavemente, a lo gracioso, intenté abrirme paso dando suaves golpecitos con mis zapatos en cabezas y sombreros que se interponían entre yo y el gintonic. Entre risas alcancé la barra y tomé mi copa. Minutos después, un individuo se me acerca y me dice: Mecagüentuputamadre te voy a matar.
Quieras que no, este tipo de expresiones, en semejante estado, solo pueden provocar una reacción violenta. Evidentemente, agarré al putamierda ese por el cuello y lo empujé varios metros al tiempo que le decía algo ocurrente que no me acuerdo. No se cómo pero la aglomeración se separó como si Moisés también estuviera antroxando en La Fábrica. Se hizo un pasillo y al final estaban ellos. Unos cuantos macarras. El problema era que al principio del pasillo solo estaba yo. Viendo la imposibilidad de ganar en lo físico, eché el resto para vencer en lo psíquico.
Comencé a amenazar a todos y cada uno de ellos con asesinarlos allí mismo. Iba a matarlos, a acuchillarlos a todos. A arrancarles el corazón y comérmelo sin sal ni nada. Vamos que quería acojonarlos. Y funcionó. Se acercó un putamierda en son de paz y me explicó el problema. Al parecer, cuando me dirigía a la barra dando golpecitos con los zapatos, molesté de alguna manera a la moza del macarra jefe de aquella pandilla de hijosdeputa. Como probablemente me tocaba el estadio de exaltación de la amistad, me acerqué amigablemente a los putamierda, disculpándome y ofreciendo una ronda que la pagaba yo. Lo siguiente que recuerdo era que estaba en el suelo y me zumbaban los oídos. Suponiendo lo peor intenté levantarme pero alguien decidió que mi cabeza era un balón y que iban a echar un partido. En esto apareció Él. Es tremendo pero no recuerdo su nombre. Fue profe mío en el Takeda. Era cinturón negro. Pero yo lo conocía recientemente porque formaba parte de la fuerza de choque en las movilizaciones de la naval. Era soldador de Naval Gijón. Mientras me sujetaba contra la pared, su brazo izquierdo extendido parecía indicar a la horda que no se acercase. Tras los cabrones me pareció ver a Javi, con un rollo de papel higiénico en la cabeza. Al día siguiente me entré que Javi fue el primero en intentar ayudarme. Y le abrieron la cabeza. El rollo de papel higiénico que creí ver era cierto, y hacía las veces de compresa. Él me mantenía de pie. En esto uno de los hijosdeputa del Coto se acercó amenazante. Mi salvador le solmenó una patada en el pecho que hizo que saliera volando como en las películas. Como en las películas que piensas que son una exageración. Nadie mas se acercó. El fiera me acompañó a la salida.
Esa fue la primera vez que me pegaron. Las merecí muchas veces antes y creo que ninguna después. A mi salvador no lo he vuelto a ver. A uno de mis agresores, si. Los dos me sirvieron para pensar. Que grande es la ayuda desinteresada y como mola la venganza...

2 comentarios:

  1. Joer... ¡Que alegría dar con vuecencia!

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  2. Eso sí que es memoria, no puedo creer que te acuerdes de todo, por que todos sabemos que es imposible. Lo de la Fábrica lo libré como un campeón pués no había ido. En aquella época opositaba a persona seria y con pareja y no fuimos a la Fábrica, no me arrepiento de hacerlo después de ver la cabeza de Javi y la tuya a los dos días. Lo del culo de Inés no me lo contaste, (como otros tantos culos), pero parece que lo estoy viviendo al seguir tu relato...
    Desde esta atalaya de la edad no diviso muchos de aquellos hechos extraordinarios que sucedieron en aquel distrito , pero sí atisbo pinceladas que se superponen en un cuadro imaginario y anacrónico en el que se entremezclan disfraces, risas, gentes y hectolitros de cerveza. Veo, o más bien siento, una ola en la playa que va creciendo a medida que se acerca y nos arrastra hacia un muro. ¿Ilusión?, ¿realidad?,¡qué mas da! lo importante es que estamos aquí y ahora aunque esos recuerdos se pierdan como lágrimas en la lluvia.

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