sábado, 22 de mayo de 2010

La Cremallera

La tarde de ensayo transcurría como de costumbre. Estábamos tocando bien. Faltaban detallinos. Lluisfer seguía empeñado en meter el típico acorde raro y no acababa de entrar. Pepín seguía hinchando los papos como si acabara de empezar. Pepe era un monstruo de gaitero. Tocaba lo que le salía de los cojones sin apenas esfuerzo. Así como Lluisfer era un crak de la armonía; estudioso, pausado, perfeccionista; Pepe era un macarra del polígono que en vez de un baldeo esgrimía una gaita. Nunca nadie oyó salir de un punteru lo que sacaba el Pepe.
El Pine decidió que íbamos a parar, fumar un pitín y reunificar criterios. Entonces, Lluisfer aprovechó para retocar la afinación de su guitarra. Esa primera Mi, subiendo a poquitinos, pin,pin...pin, ¡PLAS! La típica cara del guitarrista que se acaba de cargar una cuerda...Ah, no! La cuerda seguía ahí, ¿Entonces?
No os he hablado de Patri. El padre de Patri nos cedía amablemente, como local de ensayo, su garaje y la producción anual de vermú Girona (no he vuelto a probar el vermú). Patri, al que cariñosamente llamábamos el mánaller, soportaba estoicamente nuestros ensayos sin hacer prácticamente nada. Simplemente estaba. Abría para entrar y cerraba al salir. Solamente cuando alguien tensaba una cuerda, a Patri, le daba, inconscientemente, por azotar lo que tenía en la mano contra cualquier sitio.
-¡Cagonmimadre ho, pues parar! Ya pensé que había jodido la cuerda.
Y Patri regesaba a su introspección habitual.
En frente del garaje había un muro. Un muro multiusos. Su función habitual, aparte de delimitar algo muy malamente, era de meadero. Pero también servía para encaramarse y cambiar de perspectiva, para pintar en el y, era genial para ponerle un casco a Pepín y estrellarlo cuan ariete.
Patri volvía del muro. Y algo en su expresión nos llamó la atención. Aquellos sempiternos coloretes habían tornado en un color café con leche bajo de café y el reto de la cara era... sin café. Caminaba raro. Y se acercó a Pepín susurrándole algo al oído. Súbitamente, Pepín empezó a descojonarse de tal manera que acabó retorciéndose de risa por el suelo. Patri se mantenía inmóvil en medio del garaje mientras resoplaba cada vez más fuerte. Se acercaron Pine y Lluis y al instante sufrieron las mismas consecuencias que el gaiteru. Con los tres soltando alaridos de risa por el suelo y Patri a punto de provocar una borrasca resoplando, decidí acercarme a reirme yo también.
-Richi socorro. Por favor, ayúdame. Me pillé la polla con la bragueta.
La onda expansiva me dio de pleno. Salté hacia atrás y de verdad que pensé que los pulmones me estallaban del ataque de risa. De una cremallera completamente cerrada, asomaba a media altura un trozo de carne sonrosada del tamaño de una gominola de a duro. La lágimas no me dejaban ver con claridad pero, aun así, vi a los otros tres hijosdeputa gatear muertos de risa hacia el mánaller.
- A ver ho! JAJAJAJAJA...
Cuando conseguimos mas o menos tranquilizarnos intentamos buscar una solución. Era muy difícil, ya que cada vez que mirabas la bragueta para sacar conclusiones, sólo conseguías otro tremendo ataque de hilaridad. Pero Pepe tuvo una idea.
- Mira Patri (risas). Lo mejor va a ser (risas) que tire con fuerza de los lados de la cremallera (risas)y a ver si la rompo (risas), la cremallera (risas), y liberamos al cabezón (muchas risas generalizadas).
-Eso, eso. Tira Pepe tira (descojone total).
Pepe tiró. Y Patri, que nunca demostró una psicomotricidad avanzada, se elevó del suelo, convulsionó un par de veces en el aire y con un gruñido seco se desplomó (apoteosis desternillante).
Entonces intercedió el Pine.
-Que no, que no. Mira, no quedan más cojones que tirar para abrir la cremallera y liberar a willy. Sea como sea será el final y dejarás de sufrir.
- Vale, un momento.
Y tras decir ésto, nuestro querido mánaller, avanzó hacia la cosecha de vermú como muñeca de Famosa dirigiéndose al portal. Se metió media docena de lingotazos de aquella putamierda y dijo: Procede.
Y vaya si procedió. Se dice que cuando la erupción del Krakatoa, la depresión barométrica dio seis veces la vuelta al mundo. Pues bien. El alarido de Patri dio un par de vueltas fijo.
Cuando nos recuperamos del enésimo ataque de risa nos acercamos al paciente. La cara de Patri era lo más parecido a un besugo con una boltella de vermú Girona en la boca. No es que tuviera los ojos saltones, es que iban definitivamente a su bola. La boca la tenía dispuesta en una especie de sonrisa inversa toda tensada, que dejaba entrever unos dientes apretados que apenas dejaban salir la espuma.
-Traerme otra botella.
Patri cuando bebía no se andaba con pijadas.
Al final, lo solucionamos con unos alicates. Y todo volvió a su sitio sin grandes daños.
Aun hoy, sin embargo, yo sigo teniendo mucho cuidadín.

3 comentarios:

  1. Diossssss, me acuerdo del descojone general en el Trisquel con esto de la cremallera. Mira que erais burros, pobre Patri.... jajajajaja

    ResponderEliminar
  2. Duro tal estado de iluminación donde tu linterna no sabe hacia donde apunta y con la duda tanto del "servicio técnico" como del futuro en esto de la iluminación.

    Ya te tengo en mi blog con orgullo en la lista de puertos de abrigo, sobre todo por si en tal rada abrigada siguen habiendo noclas como la que muestra vuesa merced.

    Un abrazo. Blas, el de Lezo

    ResponderEliminar
  3. ¡¡¡ Mira que sois cabrones !!!

    ResponderEliminar